jueves, 13 de junio de 2019

Fernando Paz Castillo - Premio Internacional de Literatura y Poesía - Premios CIANE 2020





Fernando Paz Castillo
Premio Internacional de Literatura y Poesía
Premios CIANE 2020

Cuando mi hora sea llegada
Yo que he visto
tanto dolor
y odio
del hombre contra el hombre,
por ideas profundas
o por simples palabras.
Yo que he visto los cuerpos
en las sombras
acechando las sombras de otros cuerpos
para matar el sueño.
Yo que he visto los rostros retorcidos,
sin que la muerte dulce
borre el odio en los ojos,
en los puños cerrados
y en los dientes fríos.
Yo te pido, ¡Señor!
Dios armonioso
del perdón fecundo,
que cuando mi hora sea llegada
no haya rencor en mi alma.
Y que la muerte suave
ponga en mis ojos la apacible luz
de un manso atardecer
entre violetas:
Y que una espiga de oro,
bajo el azul del cielo,
marque el silencio de la hora excelsa,
lenta y santamente,
y no haya nada brusco
en torno mío
-odio ni temor-
cuando mi hora sea llegada.

Fernando Paz Castillo

LA POESIA LA LLEVO POR DENTRO                    
El Insigne Maestro Fernando Paz Castillo, nació el 11 de abril de 1893 en Caracas y muere el 30 de julio de 1981 en la misma Ciudad.                                    
Fue Escritor, poeta, crítico literario, diplomático y docente. Fue uno de los principales representantes de la Generación del 18, elevó su voz poética, dentro de un eclecticismo estético que se plantea grandes interrogantes filosóficas y otros dilemas inherentes al desamparo interior del ser humano. Miembro fundador del Círculo de Bellas Artes. Escribe en periódicos y revistas literarias y publico libros de poesía y de crítica literaria. Ingresa como individuo de número en la Academia Venezolana de la Lengua el 28 de octubre de 1965. Es cofundador de la revista venezolana «Cultura» y ahí se da conocer como poeta en 1912.

PREMIOS Y RECONOCIMIENTOS.                                 
El Maestro Paz Castillo ha recibido a lo largo de su carrera premios y reconocimientos entre los que podemos destacar: Premio Nacional de Literatura (1967), Premio Internacional de Literatura y Poesía (Premio Póstumo), Otorgado por el Círculo Internacional de las Artes, Premios CIANE 2020, Lidotel (Hotel Boutique Margarita) (2020).  El Circulo Internacional de las Artes del Estado Nueva Esparta CIANE, como reconocimiento a su amplia trayectoria en pro de la Literatura y Poesía, y en homenaje permanente a su persona, ha decidido crear el Premio Internacional Fernando Paz Pastillo, para distinguir la labor realizada de los Escritores, Poetas y Personalidades del mundo Intelectual (2020).                               
Desde 1936 hasta 1959 se desempeñó como Diplomático al servicio exterior de Venezuela: España, 1936; Francia, 1937; Argentina, 1938; Brasil, 1939; Inglaterra, 1940 hasta 1944; México, 1944; Bélgica, 1945 hasta 1948; Italia, 1948; Ecuador, 1949 hasta 1953; Canadá, 1953 hasta 1958 y vuelve a Ecuador desde 1958 hasta 1959.      
Desempeña el cargo de Cónsul general en Barcelona, España, donde presencia el inicio de la guerra civil española. Posteriormente en Londres, como primer secretario y consejero, padece los bombardeos de la aviación alemana durante la Segunda Guerra Mundial.      
El escritor y político Rómulo Gallegos le dedica, en 1925, la primera edición de la novela «La Trepadora» ya que Paz Castillo le sugirió el tema centro.

SUS ORIGENES.                                               
Fueron sus padres Don Ignacio Paz Castillo y Doña Luisa Aristeguieta.    
El Maestro Paz Castillo curso sus estudios primarios en el Colegio de los Padres Franceses, donde coincidió con su gran amigo Enrique Planchart, y su educación media la realizó en el colegio de los padres franceses de Caracas. En dicha institución educativa entabló una entrañable amistad con otros dos poetas, Enrique Planchart y Luis Enrique Mármol.      
 Ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1910; Sus estudios duraron apenas dos años ya que se clausura la Facultad de la institución, esto lo lleva a abandonar la idea de graduarse de abogado.               
En 1914, fija su residencia en la ciudad de Los Teques (en el estado de Miranda), comenzó a impartir clases en el Colegio San José, de donde pasó a ejercer en el Instituto San Pablo (hacia 1931) y, posteriormente, en la Escuela Normal de Varones (más tarde conocida como Escuela Normal Miguel Antonio Caro). 
Ejerció la docencia desde 1922 hasta 1936 en el Instituto San Pablo y en la Escuela Normal Miguel Antonio Caro.          
En 1936 fue nombrado cónsul de su país en Barcelona (España), cargo del que pasó a secretario de embajada en Francia, Argentina y Brasil, y, posteriormente, a consejero en Londres y México. La experiencia acumulada en todos estos destinos le llevó a ser nombrado Ministro en Bélgica (1945) y, años después, embajador cerca de Roma (Italia), Quito (Ecuador) y Ottawa (Canadá). Finalmente, volvió a encabezar la representación de Venezuela en Ecuador, donde, tras largos años de servicios a la administración de su país, se retiró de la carrera diplomática.     En 1959 se retira del servicio exterior y vive de forma definitiva en Caracas. Aprovecha ese tiempo para colaborar en periódicos y revistas literarias, escribe numerosos y densos prólogos, también publica libros de poesía y de crítica literaria.

ESCRITOR Y POETA POR EXCELENCIA                      
En 1931, el Maestro Paz Castillo, publico su primer libro de versos, La voz de los cuatro vientos, caracterizado por un tono coloquial muy en la línea del habla popular caraqueña, tono con el que el poeta logra que el verso pueda "desceñirse de la puntuación eufónica a que lo constriñe la medida" (Eugenio Montejo). Posteriormente publica el poemario, Signo (1937), el poeta Enrique Planchart expreso un "bello poema cosmogónico, bíblico si se quiere". Tras su estancia en España, Fernando Paz Castillo se asomó a la tragedia de un país deshecho a través de los poemas recogidos en su libro Entre sombras y luces (1945), donde dejó el reflejo de una España "trágica, enlutada, / en plegarias y odios". En esta última obra aparece una de las cimas poéticas del vate caraqueño, la composición titulada "Cuando mi hora sea llegada".                                                      
En 1969 se publica una primera recopilación antológica de su producción en verso, titulada Antología poética (Caracas: Monte Ávila Ed. 1969) y prologada por Eugenio Montejo.             En 1971 el Maestro Paz Castillo publicó su último poemario, El otro lado del tiempo, obra en la que apareció inserto el célebre poema "El muro", que para el mencionado Eugenio Montejo constituye "uno de los más altos poemas metafísicos y un logro de la poesía castellana contemporánea". 
                                                      
EL CIRCULO DE BELLAS ARTES                                            
En 1912 el Maestro Paz Castillo, irrumpió en el panorama literario y cultural de Venezuela, primero a través de algunos poemas que publicó en la revista Cultura (como el largo, farragoso y todavía irregular "Harmonía nocturnal") y posteriormente como miembro fundador del Círculo de Bellas Artes, entre los miembros se encuentra:  Manuel Cabré, Andrés Eloy Blanco (1896-1955), Luis Enrique Mármol (1897-1926), Enrique Planchart (1894-1953) y Jacinto Fombona Pachano (1901-1951); posteriormente, se sumaron al grupo otros poetas como Pedro Sotillo y Rodolfo Moleiro, entre otros.               
En palabras del Maestro Paz Castillo, la actitud esencial de esta generación pasaba por “nacionalizar el paisaje”, en una clara postura de raigambre idealista (bergsoniana) cuyos postulados estéticos buscaban hermanarse con los movimientos europeos e hispanoamericanos culturales y artísticos de la post-guerra.              
La Generación del 18 se alejarse de la política activa, pero manifiestan su rechaza el régimen del dictador Juan Vicente Gómez. Los poetas de la línea de Paz Castillo rechazaron de plano el legado de la generación anterior (conocida como la de "El Cojo ilustrado", por congregarse en torno a la revista de idéntico nombre, fundada en Caracas por J. M. Herrera Irigoyen). En palabras del propio Paz Castillo, "a los escritores de esa generación no les debemos nada. Ni siquiera un consejo. Es una generación egoísta, falta de ideales; pesimista en todo. Ellos pensaron, y los que sobreviven continúan pensándolo, que con El Cojo Ilustrado se acabó la literatura en Venezuela...".

Dios y El Hombre

Pues es indudable que todo espíritu creado
necesita el consuelo del cuerpo.
San Bernardo

Ante el misterio,
lejana realidad,
Dios en silencio,
teme el espíritu encontrarse
libre del cuerpo
tierra que familiarmente lo acompaña,
cárcel oscura y fuga luminosa:
su paz o su inquietud,
su ingénita frescura y su descanso.
Entre formas confusas se desliza el espíritu
dormido o vigilante,
altivo o fatigado de recuerdos,
detenido por ausencias sin contornos
junto a la eternidad
de lo perfecto.
Y sólo el cuerpo atrapa
con los cinco sentidos perspicaces
y sus vagos senderos ignorados
el gozo de la luz y del sonido,
y del mirar confiado a las espigas
y del callar sereno hacia los astros

El Muro

Beauty is truth, truth beauty, that is all
Ye know on earth, and all ye need to know
John Keats

I
Un muro en la tarde,
y en la hora
una línea blanca, indefinida
sobre el campo verde
y bajo el cielo.

II
Un pájaro -en hoja y viento-
ha puesto su canción más bella
sobre el muro.

III
Enlutado de su propia existencia
-detenida entre su breve sombra
y su destino-
un zamuro, bello por la distancia y por el vuelo,
infunde angustia en el alma profeta:
una fría angustia, cuando
certero, como vencida flecha
-oscura flecha que aún conserva su impulso inicial-
cae tras el muro.

IV
La vida es una constante
y hermosa destrucción:
vivir es hacer daño.

V
Pero el muro,
el silencioso y blanco muro
parece que nos dice:
«hasta aquí llegan tus ojos,
menos agudos que tu instinto.

Yo separo tu vida de otras vidas
pequeñas; pero grandes cuando el ocaso,
el oro insinuante del ocaso llega».

VI
Acaso tras el muro,
tan alto al deseo como pequeño a la esperanza,
no exista más que lo ya visto en el camino
junto a la vida y la muerte,
la tregua y el dolor
y la sombra de Dios indiferente.

VII
Dios -muro frente a recuerdos y visiones-
está solo, íntimamente solo
en nuestros ojos
y en el menudo nombre
que lo ata a las cosas;
a la seda del canto del canario
fraterno
y a la noche que vuela en el zamuro:
fúnebre, pulido estuche de cosas ayer bellas
o tristes
que habrán de serlo nuevamente
del lado acá del muro,
con el temor reciente de volver al origen.

VIII
¿Morir?...
Pero si nada hay más bello en su hora
-frente al muro-
que los serenos ojos de los moribundos,
anegados por su propio silencio;
perdido ya, por entre frescas espigas encontradas,
el temor de morir,
y de haber vivido, como hombre, entre hombres,
que apenas -oscurecidos en su existir-
los comprendieron.

IX
Entonces el muro
parece allanarse entre el olvidado rencor
y la esperanza:
Es súbito camino, no límite de sombra y canto,
ante un nuevo Dios que nos aguarda
-que nos aguarda siempre-
y no conoceremos
a pesar de que marcha en nuestras huellas;
que nos llega de lejos,
del lado de la luz,
y que vamos dejando en el camino,
como algo, que no es tierra,
atado, sin embargo, a nuestros pies.

X
El muro en la tarde,
entre la hierba, el canto y el fúnebre vuelo:
presencia del dolor de vivir
y no morir;
consuelo de volver, en tierra y oro,
con la inquietud de haber sido;
polvo y oro que regresa eternamente,
como la muerte cotidiana,
bajo el granado trigal de la noche insomne,
rumorosa de viento alto
y de luceros.
El sediento corazón siente Leticia:
el corazón y las queridas, tímidas palabras
huelen, como el muro en la tarde,
a cielo y tierra confundidos,
cuando el morir es cosa nuestra
y, como nuestro, lo queremos.
Lo queremos pudorosos,
en silencio, sin violencias,
mientras los otros temen -aún distantes-
la sensitiva soledad naciente
para el hombre, no humano, y su destino
confuso.

XI
Porque no hay muerte sino vida
del lado allá del canto, del lado allá del vuelo,
del lado allá del tiempo.

XII
Vaga intuición de perdurar
frente a la muerte ambicionada
y oscura...
Porque la muerte, imagen de nosotros
y criatura nuestra,
es distinta a la no vida
que jamás ha existido.
Ya que el verbo de Dios, que todo lo ha dispuesto
en la conciencia del hombre, no pudo crear la muerte
sin morir El y su callada nostalgia
de pensar y sufrir humanas formas.

XIII
El muro de la tarde -atardecido en nuestra tarde-,
apenas una línea blanca junto al campo
y junto al cielo.
Misteriosa cruz que sólo muestra
su brazo horizontal.
Unida, por la oscura raíz,
a la tierra misma de su origen confuso;
y al cielo de la fuga
por el canto y el ala:
la noche impasible del zamuro
y el camino de oro del canario
hacia el ocaso.

XIV
¡EI muro!
Cuánto siento y me pesa su silencio
-en mi tarde-
en la tarde del musgo
y la oración
y el regreso.

XV
Sólo sé que hay un muro,
bello en su calada soledad de cielo y tiempo:
y todo, junto a él, es un milagro.

XVI
Sólo temo en la tarde -en mi tarde- de oro
por el sol que agoniza; y por algo, que no es sol,
que también agoniza en mi conciencia,
desamparada a veces
¡y a veces confundida de sorpresas!
Sólo temo haber visto algo:
¡lo mismo!
el campo, el césped;
la misma rosa sensual que recuerda unos labios
y el mismo lirio exangüe
que vigila la muerte.

XVII
Y sólo siento frente a Dios y su Destino,
haber pasado alguna vez el muro
y su callada espesa sombra,
del lado allá del tiempo.

En el día

I
En el día
amo la noche
y en la noche el día.
Pero en la tarde,
entre colores vagos
me amo a mí mismo.
Porque entonces soy
como el recuerdo de algo que hice,
o como el temor de algo
que pude haber hecho.

II
Tarde, ¡hermana!
No eres día ni noche.
No eres más que un paso,
un punto detenido,
entre dos extremos,
como la vida,
como la dulce fuga
indecisa
que en la mañana
va hacia la noche.
Y en la noche
-por entre nostálgicas claridades
vencidas-,
hacia la luz;
o más bien hacia el rumor de luz
que adelanta,
la espiga, casi de oro,
junto al alba.

Misterio
I
Escribo este poema
como si fuera
el último.
Como si todo cuanto miro
ahora,
en tomo mío
recreara el signo,
sin embargo, amable,
de cosas desechadas,
que un tiempo fueron bellas:
¡Son tantas
las mentiras que he vivido!

II
Se nace,
con polvo de llanto
en la conciencia
y, por rincones
de estrellas,
se aprende la sonrisa.
Y la primera,
en nuestro rostro,
por ella apenas cincelado,
es la primera línea
sensitiva,
el primer rasgo noble,
el primer confín,
íntimo
que nos separa de los otros seres.
Y nos abre el camino,
el laborioso camino,
alma adentro,
hacia un mundo propio,
de uno mismo ignorado,
pero tan nuestro,
como las manos
y como los ojos
que todo lo tocan,
ofenden
o acarician
en cercanía o en distancia.

III
¿Será éste mi último poema?
Es la pregunta
que siempre me hago,
ahora,
cuando escribo.
y siento
en la penumbra de lo que ha de ser,
iluminada en veces de reminiscencias,
el temor,
desde luego confiado,
de una última sonrisa:
Raíz luminosa
y apacible,
oculta, casi toda,
y aun firme,
de lo que no pudo ser.

IV
Pero sigo, ignorando
si el que escribo,
atento a lo que hago,
será mi último poema
y acaso,
en el breve silencio que lo siga
el más querido.

V
Ignoro si será
éste el canto
de mis cantos,
como ignoro también,
aun cuando sé que no me faltará,
su presencia,
en la hora oportuna,
qué rasgo asumirá
mi última sonrisa,
la más mía de todas,
cuando ya no oiga a los hombres,
mis hermanos,
sino como un rumor distante,
de hojas y de brisa,
en una inmensa noche desolada.

 Jesus Morales Ruiz                                                                                                                  
Presidente del CIANE