Jesús Morales Ruiz… Huella y Matiz “Abriendo Horizontes”
El
arte siempre ha sido a través de los tiempos, ese rasgo infinito que delinea y
registra episodios de la historia. Esa pisada firme que retrata la mirada de
una luz reflejada en el espejo, esa misma luz recomendada tantas veces por
Hamlet a los actores, esa transparencia mística… cercana a la espiritualidad
sublime, mostrando a la virtud su trazo, su desnudez, su fuerza, el punto
exacto de una imagen marcando a cada edad y a cada generación su forma y sello.
En
el caso que ahora me atrevo a dibujar, el del artista plástico Jesús Morales
Ruiz, aseguro que se mantienen agudas, intensas, las observaciones del Maestro,
pues todo creador vislumbra la realidad de acuerdo a su percepción. Asunto que
nos conduce al descubrimiento de dos términos de la ya conocida ecuación:
creador-realidad. El primero de ellos como ese espejo shakespereano tan
esencial como el segundo, la realidad.
Mantener
ese espejo límpido que refleje de manera más fidedignamente posible, es tarea
de todo artista, pues no se trata de un problema tan solo del hacer… sino, lo
que es mucho más serio, del ser. Pues en el espacio exterior, frecuente en cada
una de sus obras, se establecen con precisión los planos de profundidad, ese realismo
del paisaje que emerge, esa clara aplicación de la perspectiva corregida y
marcada por la contemplación analítica de la naturaleza y el hilo azul que nos
circunda, reflejada en sus marinas. La fluidez entre las figuras y su entorno
es también la de la luz, la del espacio. Se diría entonces que el Maestro Jesús
Morales Ruiz, logra registrar la vivencia, la atmósfera, el registro de un
tiempo, que no es otra cosa, que la propia vida.
La
luz, presente en su obra, es resuelta sabiamente a través del color dispuesto
en capas superpuestas y transparentes, sin contrastes violentos; como cuando
acaricias y haces el amor con la entrega y pasión que solo ofrece el
sentimiento más sublime, cediendo al volumen el célebre sfumato, envolviendo
suavemente el trazo, ese oleaje que describe la luz y el matiz de atardeceres
centelleantes, salvajes, como esa ola que dibuja el paisaje y nos conduce a la
búsqueda del horizonte, al mismo tiempo que ilumina la profundidad del espacio
natural, generando color a las sombras.
Su presencia plástica, pudiéramos decir que,
desde los primeros términos hasta la profundidad de los fondos montañosos,
rodea las formas; se hace perceptible; da énfasis a la disposición del paisaje,
especialmente en los retratos, donde los elementos más expresivos del ser
humano, el rostro, adquieren importancia.
En
cuanto al tratamiento del espacio exterior en la obra de Jesús Morales, se
establecen con precisión planos de profundidad real del paisaje, existe una
clara aplicación de la perspectiva corregida por la experiencia de la
contemplación analítica de lo natural, la fluidez entre las figuras y su entorno
en estos cuarenta y cinco años de trabajo permanente, es también la de la luz y
la del espacio. Sus recursos, sus búsquedas, sus conocimientos hacen que el
paisaje y su propuesta plástica no sea un mero escenario decorativo, sino algo
lleno de vida y movimiento que enmarca el instante exacto del palpitar
majestuoso entre la imaginación y realidad.
El
concepto y la búsqueda de este genial artista, nos llevan de la mano hasta la
calidez de sus paisajes marinos, donde el oleaje y las formas, el trazo, el
dibujo y la pincelada se hacen necesarios; resaltando la disposición de las imágenes,
especialmente el rostro y la naturaleza muerta, pues observamos con sorpresa y
acierto la presencia de algunos elementos generadores de vida, ese sentimiento
presente a través de los matices y las sombras, esos códigos y planos,
impregnando el resultado de una obra plástica que adquiere más importancia con
el tiempo.
La luz-resuelta sabiamente por Jesús, a través
de un color dispuesto en capas superpuestas y transparentes, sin contraste
algunas veces, violentos y sensuales en otros, cediendo al volumen, esa
suavidad que semeja una caricia, esa telúrica figura que al mismo tiempo
ilumina la profundidad del espacio natural, dando color y sombra a la búsqueda
de una intimidad compartida. La captación personal de un artista, un
explorador, un estudioso, pero sobre todo un Maestro… que, en estos 45 años,
nos presenta la veracidad y la unidad de su obra artística, sorprendente,
dinámica y efervescente. Una obra tejida y catapultada en el devenir de la
historia y el estudio de las artes plásticas contemporáneas.
Hoy
10 de mayo, fecha en la que celebramos el Día Nacional del Artista Plástico, en
conmemoración al nacimiento de Armando Reverón, “Pintor de la luz y la
irreverencia”. El Museo de Arte Contemporáneo “Francisco Narváez”, les invita a
ser partícipes de Abriendo Horizontes, la exposición y la obra de un Maestro, de un
hombre sencillo, con sus aciertos y virtudes, pero marcado por la estirpe de verdaderos
creadores, de maestros de la pintura que contribuyeron a la formación artística
de Jesus Morales y a la consolidación del modernismo en Venezuela, entre otros:
Manuel Cabré, Ramón Vásquez Brito, Pedro
Ángel González, Juan Vicente Fabbiani, Luís Alfredo López Méndez, Tomás
Golding. Impregnando la trayectoria de una obra que se enrumba a ese proceso
transformador y renovado de la decantación artística y transcendente para las
generaciones futuras.
Mirimarit Paradas
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